La educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social. La Comisión considera las políticas educativas como un proceso permanente de enriquecimiento de los conocimientos y como una estructura privilegiada de las personas y de las relaciones entre individuos, entre grupos y entre naciones.
En el siglo siguiente, se verán como consecuencia tensiones duraderas que habrá que superar: entre lo mundial y lo local, lo universal y lo individual, la tradición y la modernidad, la competencia y la igualdad de oportunidades, la expansión ilimitada de los conocimientos y las capacidades de asimilación limitadas de los seres humanos, lo espiritual y lo material. Por distintas que sean las culturas y los sistemas de organización social, nos vemos en todas partes emplazados a reinventar el ideal democrático de crear, o mantener, la cohesión social.
Para titular su informe, la Comisión recurrió a una de las fábulas de Jean de La Fontaine, “El labrador y sus hijos”: “Guardaos (dijo el labrador) de vender el patrimonio, Dejado por nuestros padres, Veréis que esconde un tesoro.”
La educación es todo lo que la Humanidad ha aprendido sobre sí misma. Imitando al poeta, que elogiaba la virtud del trabajo, podríamos decir: “Pero el padre fue sabio Al mostrarles, antes de morir, Que la educación encierra un tesoro.”
La educación es todo lo que la Humanidad ha aprendido sobre sí misma. Imitando al poeta, que elogiaba la virtud del trabajo, podríamos decir: “Pero el padre fue sabio Al mostrarles, antes de morir, Que la educación encierra un tesoro.”
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